Una edición más, bajo una nueva administración, y los responsables de Salsa al Parque muestran una vez más, en la contratación de artistas y agrupaciones para el festival, el desconocimiento conceptual, espectral y global del fenómeno salsero, así como de la misión y los objetivos del certamen bogotano.
Aunque el cartel de la versión del 2016 se vislumbra interesante por la presencia internacional de Palo, el Septeto Santiaguero, Issac Delgado y de los Hermanos Lebrón -por las escuelas, estilos y tendencias que respectivamente representan-, es debido manifestar, desde ya, algunos tópicos que debieron ser considerados para un mejor brillo:
Hace falta una banda de culto que densifique emocionalmente el evento, como el Conjunto Libre, la Orquesta Narváez, la Orquesta Dicupe o Ray Pérez y su Orquesta. Medellín con sus conciertos privados ha confirmado la vigencia de este tipo de agrupaciones legendarias. Igualmente, pudo incluirse un piquete con cantantes como Tony Molina y músicos como Orlando Marín, para satisfacción de los “viejoguardieros”.
Padece esta cartelera, como siempre, de una banda de latín jazz tipo Batacumbele, o en su defecto de alguna del sonido oeste de los Estados Unidos, como las dirigidas por Bobby Matos, John Santos, Justo Almario y Poncho Sánchez, o de cualquier cubana como Cubanismo de Jesús Alemañy, o local como la impresionante banda de Samuel Torres. Una orquesta de esta categoría le daría, no sólo refinamiento al festival, sino altura sonora.
Escasea igualmente una banda hipster, tanto por su sonoridad retro como por las nuevas generaciones a las que representa y gusta, valga nombrar a Boogaloo Assassins, Spanglish Fly o Ray Lugo & The Boogaloo Destroyers. En Bogotá, en ciertas tribus juveniles, el boogaloo nunca ha pasado de moda.
Así mismo, aunque se cuenta con la programación de Palo, que bueno sería ver y escuchar a un grupo como Los Hacheros, tanto por su novedosa como vigorosa puesta en escena, revalidando como “cinco gatos muchas veces maúllan mejor que una orquesta con más de una docena de integrantes”. Y de paso convocar a una agrupación como la “vanguardista” Salsa Céltica con su tremendo espectáculo que va más allá de lo musical y lo sonoro.
Estimo también que falta una orquesta puertorriqueña tipo La Mulenze o como la All Stars de Mario Ortiz. El sonido puertorriqueño es necesario, y tiene demasiados fanáticos, corroborando que nunca se debe olvidar a esta sonoridad en un festival salsero que se supone integral como universal.
Así mismo brilla por su ausencia, una banda de moda como Tromboranga, Máxima 79 o Mykel Blanco y su Salsa Mayor, agrupaciones de distintas tendencias, que van desde las tromboneras al songo, afectando gustosamente tanto a bailadores como a escuchas, gracias a su actualidad, calidad y poder.
En cuanto a la cuota colombiana, debo decir que en algo me agrada, aunque la salsa de Willie García “nada me dice”, sin embargo goza de un buen número de seguidores que aprecian tanto a su estilo como a la corriente que representa. Reitero: “A mí, ‘personalmente’, en absoluto me dice algo, pero en Salsa al Parque debe existir un lugar para este tipo de propuestas”. Me atrae más Mauro Castillo, aunque en realidad suenan bastante parecido. En verdad, sobra uno para esta edición.
Por cierto, ¿por qué aún no se ha invitado a The Latín Brothers, así como a Alfredo de la Fe? ¿Acaso Alfredo de la Fe -como Alfredito Linares, Los Hermanos Lebrón y Nelson y sus Estrellas-, no es más colombiano que forastero? Su proceder como residencia lo corroboran. Pienso que los nombrados en este párrafo merecen, en nuestro certamen anual, un homenaje en vida, al igual que los olvidados Eddy Martínez, Willie Salcedo, Pantera y Francisco Zumaque.
Y en cuanto a la salsa bogotana, ¿cuántas de estas agrupaciones locales seleccionadas entrarán a la historia de la salsa, o sólo serán “flor de un día”?
Y para concluir, insisto, como siempre, que la eterna crisis de Salsa al Parque, más que de presupuesto, es de conocimiento e información.
Escrito Por: @SalsaenlaWeb
► Textos y Fotografía: Fernando España